martes, 26 de mayo de 2009

hormiga

hace tiempo escuché decir a una psicóloga que una pareja contaba que sus dos hijos no canalizaban igual un dolor familiar. mientras uno lloraba impotente y enfadado el otro andaba en la hierba absorto. la terapeuta preguntó al niño a qué jugaba en el jardín de casa y obtuvo la clave sangrante. el niño descubrió un entretenimiento. arrancaba la cabeza a las hormigas.

un martes de fin de mayo, cuando todos hacen cálculos para reservar días de playa y desalarmarlos, miraba yo un calendario de bolsillo desplegado. cabezona, menuda, curiosa, inquieta, débil y negra, irrumpió una hormiga en escena.
atravesar enero para llegar a junio y bajar septiembre. rotar agosto y dudar entre abril y el florido y hermoso. correr a noviembre rozando apenas el último y recomenzar el viaje.
la hormiga _como todos los que lo somos_y demos por ello gracias_ se lo estaba pensando. decidirlo antes de terminar mayo. son muchos días para tan poco reparto. sus patitas alambradas rifaban su sino como mi dedo guiando mis ojos. dónde pararlos. dónde situar la toalla. dónde las largas veladas sin programas.

hace nada escuché decir a un psicólogo que el burro no falla como nosotros. no sobre la misma piedra. pero sí lo hace la hormiga. ella va y vuelve. avanza, camina, sigue y retrocede. marchar y viene. y entre los muchos caminos apenas pisados con su leve suspiro están las repasadas piedras monte a su antojo.

un almanaque no es lugar para un bichito. como tampoco para unas lágrimas un flequillo. así que, desconfiada como estaba la pequeña polvorilla, le tendí un papel transporte y me la llevé de viaje. en el límite entre mi mundo y el suyo posé su inquietud y esperé un rato. más de dos y más de veinte veces encontró la piedra. _dónde estará la salida?_

el niño aplastaba corredoras negras indefensas como protesta. liberador acto de su dolor. canalización decapitadora.
igual que los vaivenes de la que finalmente crucé al otro lado donde se supo a salvo.
del mismo modo que mis pies tropezados encontraron freno en la luz de quien conoce lo animal.

a través del vidrio de la entrada recorrí todo el viaje de la intrépida. mi esperanza asida a sus patas caminaba más decidida que nunca. deseé que lo lograra. que no le pisaran. que cayera en el hueco entre tacón y suela. que se refugiase en los surcos de las losas. que volara los dos metros de acera. y que _con ella también yo_ venciera.

última hora: perdí de vista a la hormiga amiga. lo logró. por qué no?

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