viernes, 1 de febrero de 2008

siete

mi padre tiene siete años y le gusta jugar. las niñas de siete quieren tener tacones para también jugar. es carnaval y veo mucha pequeña arrastrando tacón. es su gran oportunidad. de princesa o faralaes visten sus pies para que se les oiga andar. mi padre no espera a febrero para vestir su disfraz. lo lleva puesto a diario buscando le oigamos andar.



cuando yo no alcanzaba las alturas mis gustos eran los que me educaban por costumbre a degustar. mi infancia no tuvo uñas pintadas ni braguitas de colores. a nuestros mayores no les gustaba tampoco desmarcarnos de la elegancia con tacones ni la boquita colorada. y fui ganando años con mi gusto heredado y rechazaba todo esto de mi armario.



a una de mis primas le llevo ocho años. durante un tiempo largo fue la pequeña de la familia y el juguete de mi abuelo. salía a diario con ella a pasearla y mostrar sus encantos, para el resto, disfrazados. cinta en la frente, chapitas pintadas, un bolsito bandolera y lo mejor... un botón cuerno de parka con la punta de rojo coloreada a modo de barra de labios. creo que nadie supo entender bien la intención del abuelo. veíamos una niña disfrazada donde había una niña viviendo feliz su infancia. feliz la infancia de la pequeña y por contagio la del mayor recuperada. preparar todas las mañanas a su nieta como una señorita pepis de cuento rejuvenecía su corazón y le daba alas.



las calles de viernes de esta tarde iban regadas de capas, varitas, espadas y taconeos. los niños han tenido fiesta de disfraces en sus clases y por un día les han dejado escapar de casa vestidos con sus personajes. sólo hoy será payaso. hoy sí puede ser sirena. mañana el disfraz de presidiario dormirá junto al vestido de reina.



yo que ahora me pinto de rojo las uñas de pies y manos cuando recalco mi corazón festivo, quiero niños con algo más que pijamas de colores con dibujos. quiero niños vestidos de infancia. niños con calzoncillos del superhéroe que imitan y petachos cubriendo sus rodillas de jugar desgastadas. niñas con zapatos de lunares y las
uñitas tintadas.



de niña no entendía el mundo de niños en toda su gama. me faltaron algunos colores
y dibujos que decían que destacaban. hoy entiendo afortunadamente esa magia
y su importancia.



los días del niño son largos y llenos de estímulos de fantasía. ven pendientes en dos engarzadas cerezas y un coche de lujo en el bidet. quiénes somos los adultos para evitar que conduzcan su bólido con un bigote de edding negro bien marcado o conjunten sus labios rojos con el color que adorna sus orejas.



mi padre que tiene siete años viste pantalón corto como cuando entraba al cine restando a su niñez años y trampeaba. mi padre que tiene siete nos tiene a todos bien salpicados. que la energía de un niño de su edad queriendo jugar todo el día se contagia por contacto. y aunque le digan los mayores estate quieto, para un rato, agradecemos insista y no olvide que por dentro tiene siete maravillosos años.

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