domingo, 24 de febrero de 2008

laborable


cuando iba al cole existían más misterios. los laborables eran uno de ellos.

si enfermaba y me quedaba en casa descubría emocionada los horarios domésticos hasta dar las cinco. hora de nuestro regreso. la media mañana, el tiempo previo a la comida, y el combinado de radio y plancha hasta la hora de la merienda. lo de la tele era otro mundo. a pesar de haber sólo dos cadenas, la uno y la uhf -no eran la primera y la dos- la programación era lo inaccesible a todo niño y si lo descubrías dudabas si estabas haciendo lo correcto.

pero lo grande se daba cuando mi falta a las aulas se debía a una visita médica o un acontecimiento familiar. la falta era justificada y no por el termómetro. era entonces cuando vivía mi ciudad, mi casa, y los días de mi gente con la boca abierta y los pensamientos infantes en culpa.

entre variados elementos y situaciones me quedo con el ascensor. de pronto se me antojaba como un gran desconocido. subía igual y bajaba del mismo modo. daba arranque de igual forma y detenía su recorrido como siempre. pero ese no era el ascensor que conocía. esa caja que me subía al segundo trabajaba cuando yo recibía la lección. subía a gente que vivía el día en mi edificio mientras los niños recreábamos en un patio lejano. el ascensor conocía personas que yo nunca vería, transportaba compras que por la tarde no se hacían. sabía más que yo. y eso nos distanciaba.

el día que faltaba a la escolarizada rutina mi cabeza me susurraba. esto no es lo que te toca estar haciendo. esto es de otros. tú a tus cuadernos. y si acompañaba a mi madre de compras parecía estar andando por un desfiladero. todos están en el colegio. si nos regalábamos un refresco en una barra creía atravesar una puerta de acceso denegado. ahora estarán esperando el almuerzo.

y así hasta la hora en que las calles vestían de nuevo de colegiales... y ya no había más magia ni elevador desconocido. todo volvía a su orden aprendido. la hora del baño previa a la de la cena. el retorno del padre. la persiana de spar que ya cierra. las bolsas de basura amontonadas en el de nuevo conocido ascensor. y mi uniforme para la siguiente mañana presto para disimular mi licenciosa jornada.

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