viernes, 15 de febrero de 2008

socorrista


pompa es digna hija de su madre. madre que soy yo. llamadme loca.

pompa no ha heredado mis ojos, ni tengo yo sus orejas, pero ya me imita en algo.

hemos salido a hacer unos recados. cuando hay viento pompa persigue hojas secas del otoño y bolsas blancas avioneta. las ve moverse y corre para acabar con su peligrosa presencia. estoy ejercitando para que desaprenda a salvarme de tales amenazas. hoy el aire vivía en calma. ninguna presa feroz para su diana. hoy ha lucido una mañana de sol sin movimiento.

por el camino que por segunda vez paseábamos adivino ha pasado un niño. un carro con niño. un adulto empujando el bebé en su silla. el pequeño no echa de menos nada. su memoria no retiene propiedades. su mayor buscará en la bolsa y entre las mantas. y nada. el payaso no estará.

alcanzábamos la orilla meta del paso de cebra cuando mi perra nos ha frenado el paso. un tesoro en la calzada. colores en suave tejido como premio. ritual de oler, mover, oler de nuevo y abrir la boca para sellar la caza. pompa ha encontrado su juguete inesperado. le ha sorprendido un bombón en el bolsillo a ella que siempre tiene hambre.

un muñeco boca abajo esperaba en vano a su dueño y su mano. quieta pompa, espera. he imaginado al niño ignorante de su pérdida, al mayor sabedor tardío anulando su rescate y al payaso al abandono de la noche sin siquiera perra que le juegue las gracias. ahora pompa.

como su madre. ha vuelto a casa con un tesoro heredado. pompa hoy ha dejado la caza por el socorro y ahora guarda las risas hasta hace nada de un bebé junto con su hueso, pato, pelota, pingüino y rulo. qué mejor destino para un payaso extraviado por su público que el salvamento de la mandíbula de mi perra aún niña con sed de circo.

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