sábado, 16 de febrero de 2008

zetas




un día de diferencia entre el visionado del anuncio en mi monitor y la elección de las piezas.


ayer por la tarde salí de casa hacia un lugar que hace años situaba lejano. diez minutos de zanco largo para mi destino al otro lado de un puente que en su día me separaba de esos mundos.


paralela a una gran avenida. una calle de menos rango con una travesía. y al fondo del saco un timbre me espera. yo la única clienta.


por dónde empezar... cuando charlie descubre la fábrica no sabe por dónde hincar su infantil diente. éste era el lugar: pátinas de polvo enmascarando viejo mobiliario, zigurats de enseres de mezcladas décadas conformando un recorrido no pensado, y unas placas, un reclinatorio, lámparas en combada hilera del techo y mi debilidad multiplicada en cientos de letras.


sí, ayer clasifiqué, estudié, acaricié y disfruté de minúsculas y mayores, de puntos y comas, de paréntesis encerrando números y hasta de guirnaldas de flores.


yo que perseguía sin dar paso un inalcanzable grupo de letras por internet tenía delante-y sólo para mí- bandejas de cajón de chivalette repletas de bocaditos dulces. era una celebración vestidos de cóctel. todos de pie que ya pasan a ofrecernos. coges una croqueta de i-griega. qué rica. una servilleta. por allí viene el jamón con sus cincos y sus jotas. atracón. dados de tortilla de eñes con cebolla, muy española. y tacos en minúscula de solomillo tierno atravesados por una larga ele que trincha. necesitas un poco de agua.


así estuve una hora. sesenta minutos de festín de números y letras. de metal, caucho, combinadas y de madera. mis favoritas.


cincuenta y un piezas reuní ayer tarde. entre ellas dos zetas, una para mi nombre. también completé el de mi perra. y volví a casa con mi descubrimiento en una bolsa de plástico para no perder mi recién revuelta sopa de letras. feliz por las palabras escritas. contenta por su -éste sí- alcanzable precio. y satisfecha por poder abandonar tranquila la carrera web por aquel caro alfabeto.


como el día después de la fiesta recuerdo aquellas viandas de madera y me relamo. volveré cuando tenga de escribir hambre. en su alboroto de idioma desordenado esperan mi vuelta. total... tan sólo están al otro lado del puente.

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