miércoles, 27 de febrero de 2008

casitas


tendría ocho años. poco más si acaso. sorprendí a mi padre con mi ingenio a tijeretazos. más me sorprendió que le gustara tanto que lo mostrara a otro mayor al que yo no ponía cara. hice una casa. una casita de papel blanco y encalada en rotulador. amueblada acorde a su escala. con las tres dimensiones con cello y pegamento en barra enlazadas.

hoy he descubierto una artista que vive de un elaborado aquello que yo intuía a mis pocos años. su blackwell recorta libros para levantar historias. retrata un pasaje de peter pan, del mago de oz o de alicia en wonderland.

la pieza que yo levanté era basta y tosca a su lado. la casita que maqueté era pura aproximación a algo. y no sé bien si es a esto...

con casi nueve años no conocía a alicia. sólo a la de disney. y eso es no conocer a alicia. con décadas encima he trabajado con muchas tijeras, muchos papeles y muchas alicias. y al ver el arte de esta chica creo que he reconocido aquel trabajo no sembrado y decido en juego hacerlo ahora mío.

tantas veces he recordado mi casa de papel de muñeca de ocho años... tantas veces he pensado en lo inútil de su factura frente al aplauso del padre admirado.

casi a mis treinta y cuatro soy yo la que otorga el aplauso. la delicadeza, la fragilidad, el preciosismo hecho detalle, la doblez y la capa fina, el pliegue y el aire que lo comprende... no son labor en vano. son regalo al alma imaginativa. entre los párrafos de la merienda de alicia se escenifica la mesa mientras te zampas palabras. y alicia mira mientras su blackwell recorta. y yo aplaudo mientras mi mente rememora.

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