domingo, 28 de septiembre de 2008

cobardes

no se libra nadie. todos lo somos alguna vez. otros no lo son en alguna ocasión. pero de esta maldición ninguno escapa.
el niño se aferra a la tela del vestido de su madre deseando desaparecer de la vista del que le pide el beso. y ahí se da el comienzo. el eterno juego del estabas aquí_que no te veo.
los hay que usan caretas o bigotes postizos. fingen entusiasmos y engolan las voces. pero en realidad no hacen más que querer darnos con el tacón. al llegar a su retiro _en su íntimo reducto_ empiezan a repartir las coces.
están las avestruces de asfalto. las que cogen el metro y comen entre nosotros. las que sonríen mirándote a la cara pronunciando palabras justas. pero cuando las buscas ya no están en los vagones. y sabes que por ahí andan porque presientes el resto. pero no está su mente. y se creen que no les vemos...
hay quien se vale de escudos. no de familia. son de batalla. los usan tras caminar entre las calles pregonando sus gritos valientes. los levantan habiendo enseñado sus costados. y cuando todos creen que son parte del disfraz guerrero es cuando interponen su acero entre el mundo y ellos.
los que no te contestan a la llamada. los que evitan continúes con lo de costumbre. los que corren a oscuras. los que comen a escondidas en silencio. los que ya no miran los ojos que estudiaban. los que olvidan reír contigo. los que no supieron encontrar palabras. los que saltaron a la nada por no salvar el obstáculo. los que no abrazaron el cuerpo sabido. los que no quisieron a pesar de seguir amando. los que escupieron lo callado. los que respiramos...
me levanto postulándome como la más en ciertos momentos _me hubiera gustado fueran menos_ cuando pude no agachar el cuello, no abrazar corazas, no pintarme el ojo, no girar la cara.
las ocasiones en las que veo _como me pasa ahora_ que otros corren hambrientos de valor para un no sé qué _quizá ni lo saben ellos_ me asalta el impulso de detener el tiempo. les ofrezco respiro. mis ojos con su otra lectura. les pongo asiento. minutos. días. más y más tiempo. porque quizá boba de mí confío en que soltarán los tensos puños y elevarán del suelo el cuello. pero de nuevo retorno y me digo que no. cada uno a su debido tiempo.
y ahí veo el terreno horadado, la peluca peinada y el escudo con su destello diciéndome desde sus distancias que desde aquí no se puede hacer nada. ahora son ellos. como yo lo seré quizá de nuevo mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...intentando no ser avestruz

larraitz con pompa dijo...

así andamos todos... VALOR!!