miércoles, 19 de noviembre de 2008

equipaje

en breves horas marcho y aún no tengo nada preparado. miento, he cogido un brick de leche sin lactosa que es la única que mi cuerpo tolera. bueno, esa y la de mis pompas.
cuando he visto esta imagen de kristin pereres he retrocedido donde no he debido. y en lugar de aquí estaba allí. mi maleta se hallaba sobre la cama amplia con el edredón aún revuelto. la otra maleta en el suelo. la harían luego...
faltaré tres noches al beso _previo a morfeo_ de mi pequeña. fallaré cuatro días a los achuchones con los que le asalto tras las siestas. no se me puede olvidar el cargador ni las medicinas para la migraña sigilosa.
dos cucharas en la fregadera. dos soperas aún en digestión a la espera. y mi cerebro puñetero que las coloca en la cocina que no debe. y reproduzco la lectura de la lista sobre el trozo de papel blanco donde anoté lo que llevaría. siempre lo hacía.
escapo de mi nueva urbe para cargar los pulmones que vacié hace unas cuantas noches. estoy confirmando citas. comida con uno, cena con otra y por fin presentarme a mi sobrina. sus regalos! tengo que empaquetar lo que le llevo y con todo a la maleta.
la cotidianidad de la foto me habla de lo que hubiera pensado en aquel momento al que mis neuronas se empeñan en huir. total, para sufrir. uno cualquiera en realidad. uno de tantos. repetidos. y ya no repetibles. pero para mi materia gris sí reproducibles... _tenemos que cortar el agua_no se nos olvide regar las plantas_bajar los estores_cerrar bien las ventanas... y esos cubiertos del fregadero... luego, luego...
en casa se quedan dos. mi madre y nuestra perra. y de sobra sé que se harán buena compañía. y alternarán los cuidados. a ratos intercambiarán el rol de enfermera. y se abrazarán en las siestas. comerán a deshoras y harán trampas. es lo que toca, que jueguen de oca a oca y tiro porque estamos solas. el pijama, como no lo coja ahora se me va a olvidar.
hace frío donde duermen las cucharas. y en mi viaje a lo inexistente sé que por fin olvido lavarlas y dejarlas en su debido sitio. nos vamos de casa girando todas las vueltas del cerrojo y queriendo terminen ya las que darán las ruedas de nuestro coche.
temen y temo cómo sea mi vuelta el domingo. dicen que irán a recoger mis cachitos. así fue la última vez que escapé. pompa rascó mis piernas mientras yo alcanzaba a asir mi maleta y me abracé a su cuerpo fibroso como a la boya en mar azotada. sus ruidos me confirmaban mi vuelta e intenté tapar con ellos los aullidos de mi regreso del campo batallado al otro lado del mapa. el neceser y ropa interior. qué más falta...
dos. la pareja de los cubiertos de un primero siguen diciendo más de lo que no vivo ahora. las dejé con reservas. quedaron con la panza llena de un líquido que no identifico. y a nuestra vuelta ambas en el mismo sitio y con la marca del hambre que ha reducido la huella de lo que quizá pudo ser cocacola. toca lavarlas. ahora que estamos de vuelta y levantamos las persianas. habrá que frotar duro porque espesó el líquido. pero para eso habrá que abrir las llaves de paso del agua... parad! ya basta!
echaré en falta a mi par estos cuatro días de viaje. las dejo juntas y al calor de sus abrazos. extrañaré a mi pareja de primera. a mis dos. a mis niñas. y yo aún sin equipaje... pero nada en la fregadera.

2 comentarios:

Julia dijo...

Interesante manera de definir el deseo de un viaje y la desazón de saber que, aunque sea por poco tiempo, dejamos atrás a seres muy queridos.
Un saludo.

Julia.

larraitz con pompa dijo...

retornada ya al hogar y de vuelta con mis seres queridos ya no escuece la breve ausencia.
las otras, las que intenté no revivir, las que dejé sin fregar ya están limpias y en secado. esa es la desazón que no desaparece así como así. seres queridos que no retornarán. quizá porque así lo han querido.

julia, gracias por volver con ganas de pompas. nos gusta tu compañía.