miércoles, 23 de diciembre de 2009

rosa

cuanto más me sujetas más miedo tengo de caer... así musitaba _musicaba_ bebe en mi espera al bus, al remanso, al descanso, al olvido, al abandono, al rosa más rosa de todos...

diecinueve meses dentro preparando el cuerpo y fortaleciendo la idea. en a_creative_universe encontré un instante de esta gesta.
esta mañana una princesa se levantó mejor de como le encontró la almohada cuando se tumbó. a cada paso sentía una sombra tras ella. la presencia de esa fuerza energizaba su pisar y la cabeza se erguía por saberse más coronada que otros días. lo que caminaba muy cerca no se dejaba ver. era una presencia. era la fortaleza. era el que cae y se levanta.
la cría de la elefanta flotaba hasta que cayó por la gravedad de lo que atraía su masa a tierra y de lo que supondrían sus primeros segundos de vida fuera del útero. hay un vídeo sobre el nacimiento de un elefante donde prima la dura lucha de una madre por azuzar la vida dormida de su retoño. el pequeño elefante salió duchado por el mar rosáceo donde contó los días durante algo más de año y medio. y tendido en el suelo el rosa de lo que fuera su fuero siguió cayendo.

se toca fondo en el momento menos previsto. en ocasiones se aproxima en sigilo pero agitando los brazos, pero las llamas sopladas suelen dejar de ser cuando se sigue necesitando que prendan.
la noche en que las velas no iluminan son pocas las cosas que se ven. en el hondo más cavado en el que se cae por sorpresa el tamiz desgrana a los que dan el callo y a los que lo pisan. en la oscuridad no todos brillan.

antes de arropar su fría caída volvieron a regalarle el palacio. velaría su noche. le acarició recetando silencio y durmió junto a ella. entregó su noche, sus ojos, su abrazo. ella debía olvidarse de todo y entregarse a los sueños de la princesa que para él _y para ella cuando la luz no se iba_ era.
la cría de paquidermo no se movía bajo el colosal cuerpo de su madre. la catarata se hizo calma y el recién nacido animal permanecía quieto y sin aliento. la trasera izquierda de la parturienta vio cómo lo trágico se acercaba a sus patas y castigó lo que no fluía para que circulara su obra. un golpe y el elefante recién nacido ni se inmutó. otro golpe y _a pesar del patinaje sobre la acuosa pista_ parecía no entender la vida que aún se desenvolvía. el terror avivó el rojo sanguina de lo rosado del escenario y la oscuridad se fundió con lo más frío. pero el tiempo latía y la esperanza abanderó el verde prometiendo rosa.
con la corona empezó el nuevo día. su espalda conservaba el cálido abrazo del vigía. su despertar en compañía le encendió bombillas. y sonrió. y supo que él también lo hacía. con su trono recuperado recibió llamadas amigas que confirmaron los que no enterraban los oídos o se perdían y los que nunca lo harían. y sintió la dicha. con su carroza de nuevo en carretera encontró una silueta sobre la moqueta. con los rasgos más dulces, una mano de seis dedos _augurando algo bueno_ y un abrigo de un flúor rosáceo que a cualquiera devolvería la luz a sus días. y se conmovió. recolocó su corona en su trono y carroza y saboreó la fortuna de quien comienza a ver la luna.

el malestar no se escoge ni en grado ni en cronometraje. la enfermedad desgasta al paciente y al enfermero. y esta verdad no se atiende hasta que se tumba uno en la camilla o viste la bata blanca. y de un lado o del otro el mal aplasta y se lleva la energía.

quien tiene la solución y la certeza no tira la toalla cuando está al cargo de un ser querido.
la elefanta propinó patadas a su cría porque no nacía a pesar de estar ya fuera de su cuerpo. no dudó en golpear con fuerza. fue brusca en las sacudidas espantando a la pérdida de lo que creó tanto tiempo. y ante la ausencia de cambio optó por buscar otros medios.
cuando lo de siempre no da frutos cabe luchar o escurrir el bulto resignado o hastiado.
fue la probóscide la que buscó el aire para la cría. la trompa de la madre trenzó con la recién nacida y con el gesto estrenó la vida de su retoño. latía como debía.

la que olvidó su condición no supo tomar el aire que le daría energía. la que no recordaba que era princesa no acertó a llenar los pulmones ni a dar un sólo paso. fuera de su sitio _de su cuento_ el camino se le hacía cuesta arriba. pero llegaron las sacudidas. la de un guerrero que se hizo caballero, la de un amigo hermano y una amiga eterna, la de una cómplice con el amor más grande. los zarandeos del que sabe el secreto porque no se encuentra a oscuras. los golpes que nos abren los ojos y nos dan la vida. la vida en rosa.

1 comentario:

Verónica dijo...

Cómo echo de menos las pompas de leche de la pequeña Larraitz. A ver si en mi próxima visita me sorprendes con un texto nuevo, ha pasado demasiado tiempo desde tu último rayito de luz. Besos, amiga.