viernes, 25 de diciembre de 2009

índice

a estas horas ya había visto la luz. encendió la noche oscura y fueron muchos los que aseguraban ver su brillo y su iluminar. él _como recién nacido que era_ se aferró al dedo de su madre buscando el contacto con la que le albergó durante tanto tiempo y le conectaba al terrenal mundo.

a las doce en punto volaba yo contra el ligero viento que ocupaba las desiertas calles de nochebuena. mi gorro calado, en mis oídos los cascos y mi abrigo hecho capa.
en mitad del camino le llamé por creerle sin nadie y me regaló la multitud de su entorno. terminé mi paseo más feliz por ver que un dedo _generoso_ marcó su número y le invitó a la cena del 24.

miguel ángel cubrió la sixtina de su arte. y de sus manos _y antes de su cerebro_ nacieron dos dedos. para la creación de adán plasmó el instante previo al contacto. y la tensión emotiva de ese detalle de la pintura describe el poder de lo generoso, la magia de un roce.

antes de caer rendida el móvil enseñó la patita de alguien. alguien que ofertaba un calor casi obligado por un compromiso que nadie aceptó. alguien que presentó sus brazos cuando horas antes escondía las manos y ni siquiera el dígito utilizó para un mínimo detalle de abrigo.
mi dedo se estiró rechazando lo no sincero. a mi lado no quiero peros. cómo querer al mismo dedo que el día anterior me empujó más al fondo.

los tres que perseguían la estrella la vieron detenerse en una noche como la pasada. sus índices ya no apuntaban lo que se movía en el cielo. ya entendieron dónde debían dirigirse. y el dedo de uno de ellos esbozó en la arena un mapa improvisado para el camino hasta el punto señalado.

mientras me desayunaba el ordenador ha desenvuelto mi regalo de anoche. que yo _que nunca recibo uno hasta reyes_ esta mañana he sido sorprendida por el que la amistad de alguien lejano tecleó. un cuento de nuestra noche conjunta, el desvelo por el refresco y el amanecer con panetone, zumo y _bien me conoce_ mermelada de naranja. su dedo pulsó el encendido de su mac y cada tecla necesaria para lo que quería contarme. y por ese apéndice ahora sonrío tras dos lágrimas emocionadas que le he enviado como regalo del 25.

un dedo le bastó para darle la vida al primer hombre.
porque con un dígito se puede apretar el botón de una bomba o el de las puertas del cielo. y es decisión de cada uno el uso que le quiera encomendar al suyo. hundir más en mar revuelto al que no anda resuelto o izar con una leve caricia su vuelo.
un dedo calló ante el malestar que sufrí. un dedo bastó para acoger a quien anoche cenaría sin más platos en la mesa. otro dedo cambió de parecer y dijo que decidiera yo. un dedo más sensible viajó largo para acercarse a mi costado. y el quinto dedo _el mío_ dijo a lo absurdo del capricho que no.
que en mi índice _en el de mi mano y en el de mi libro de fundamentales para la calidad y el avance_ se puede leer que sólo abriré la puerta a los que me hagan bien incluso con un simple roce. quien no quiera leer todo mi libro ya lo sabe. lo dice todo mi índice.

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