miércoles, 30 de diciembre de 2009

pasar

se pinta a las oportunidades que pasan de largo como un tren que escapa mientras los talones se nos quedan clavados. es como el arroz pasado. son ocasiones en las que te sirven lentejas y tú decides si las comes o te quejas.
en mi terapia _casi_ diaria frente a las entradas en blanco prestas a ser posteadas he descrito trenes a los que subí y otros que dejé _y no siempre por decisión propia_ marchar.
otras veces yo fui el ferrocarril.

el cruce de mensajes y llamadas de estos días elaboran un plan para comenzar otro año. se ofrecen variantes y todos miran a los lados sin saber bien si frenar o lanzarse. yo sigo con mi sostenido lema de no hacer planes. nunca salen.

hace bien poco conduje un tren al que dejaron pasar.
desde el andén pidieron al maquinista que detuviera la marcha. un cartel a mano rezaba que allí ya nadie paraba. la velocidad de la máquina no era la adecuada para echar el freno pero ante aquel grito de auxilio chillaron más las ruedas castigando los raíles de la estación desierta. con una saca de razones insostenibles aquel robinson reclamando ayuda prefirió empujar lejos de allí a la hilera de vagones que para él se ofrecían.

está el escaparate de la pastelería rebosante de posibles. se agolpan las bandejas elevando los tentadores dulces a diferentes alturas. y todos se paran y posan sus manos sobre el vidrio imaginando el sabor de cada ofertado mordisco.
el día anterior a la noche previa del cambio de año no hay aún nada claro. cenas, conciertos, fiestas, salidas, brindis, visitas. apuntarse a algo es renunciar al resto. abarcar muchas es querer más uvas que la docena. quien quiere paz desea a su vez tacones y francés en copas. quien busca baile con decibelios extra no se imagina lejos de su sofá frente al refrito televisivo de nochevieja. y qué será. la rubia o la morena.

estuve quieta por ver si subían. ocurrió hace meses. fui el paciente tren de mercancías. no hice ni ruido. contuve el aliento. abrí las puertas por si no se entendiera mi disposición. pero allí nadie pisó escalerilla alguna. no ocuparon los asientos que les correspondían. no hubo trajín de maletas. y el tren marchó sin viajero alguno. se hicieron escayola y nunca más volvieron.

tatou entra estos días a nuestras casas con la excusa perfumada de un chanel.
esta vez las oportunidades no son ferrocarriles que corren y no detienen su marcha. esta vez son las estaciones las que se anuncian con neones para que las escojamos frente a las otras.
ni audrey ni yo sabemos aún qué hacer con tanta parada. el tren en el que nos subimos avanza y no decelera. y lo sabemos.

el silbato del jefe de estación llevaba un tiempo avisando. aquel chico sostenía su billete en la mano. hacía demasiado calor para colgarse el petate y descansaba sobre un banco. era verano. su mente no soportaba tanta llamarada. el pito de nuevo cortaba el aire anunciando su reanudar del viaje. lo sabía. el viajero sabía que debía cogerlo. el silbido más largo calló y lo supo. no daría con las fuerzas para prender el asidero que le elevara a la entrada del coche que un día fue suyo.
el tren que yo era encendió la maquinaria y mis vagones de largo recorrido dejaron al del billete sin sentido esperando a la nada.

hoy no estoy en ningún andén dejando correr oportunidades vitales. tampoco ahora soy tren que socorre ni corre. no soy ni uno ni otro. ni estación ni máquina. ni solicitante ni demandada.
ahora mismo soy la calma inquieta de la francesa en el pasillo de su vagón. me debato entre disfrutar del trayecto _en el que artificialmente me mezo_ o saborear lo que veo sin dejarlo en simple estampa. y la mirada perdida en lo que se retrata en el marco de la ventanilla lo delata. sigo marchando _no queda otra_ pero no hago por arriesgar el descenso. quizá lo que veo tienta por el desdibujado de su veloz paso. puede que si la imagen fuera más quieta y se viera el detalle pediría bajarme. tal vez si lo visto no corriera a mi paso optaría por conocer el apeadero al menos.
pero devoramos las millas a una velocidad de vértigo y todo lo que mi vista entiende es más follón que caramelo. no acierto a ver la playa ni la fiesta. aplacado por el vidrio y el monótono traqueteo escucho poco más que jaleo. todo se anuncia como de oferta... y yo ni me muevo.
que pase lo que tenga que pasar. a algún lado habremos de llegar.

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