miércoles, 14 de octubre de 2009

juntas

cada cierta distancia debíamos poner una por aquello de las dilataciones. eso nos enseñaron. los edificios _como las carreteras_ respiran y se mueven. y con esos estiramientos en desperezo dilatan o contraen su musculado. para eso es para lo que disponíamos las juntas. contemplando las variaciones. la unión por un diferente para el mismo todo. porque si no están salta _como mínimo_ la grieta que acusa el movimiento dado en jamillan_punto_com.

en japón _lo vi en un mapeado de sonidos_ hay todo un catálogo de entres. miles de construcciones se arriman a sus vecinas dejando que corra el aire. sin pegarse. con menos de un metro entre un fin y el siguiente. un pasillo sin más relleno que el del hueco. y quizá sean por una razón constructiva ante los temblores que allí acechan. no son descuidos. no es un olvido nipón. están por algo. son un salto independizando a cada volumen. no todo es bloque. no es todo lo mismo. cada uno carga lo suyo. y el vecino es eso, vecino, no siamés ni calco.

entre humanos lo constructivo no lo es tanto. nos unimos y hacemos grupo con el ansia de elevar plantas sin pensar en las distancias. se hace sobre la marcha. generalmente sin plantear nada. sólo se actúa. y se amplía, así, el forjado o se arriman hasta hacer de dos muros uno. nadie distribuye fuerzas. no se reparten cargas. no es lo que se hace. no importan los planos de dónde vaya la junta o de cómo se divide lo soportado. se echan lazos y hormigonamos.
luego resulta lo que nos encontramos. que con los asentamientos y querer moverse de cada uno arrastramos al de al lado, lo zarandeamos, molestamos. damos órdenes desordenando. y con nuestro vital querer alcanzar lo propio empujamos a otros y nos equivocamos.

ver un ser japonés _independiente en su mover diario_ es tan gratificante como extraño. dar con quien desde el cimiento propone la individualidad estructural sorprende y se aplaude. no quiere atarse ni atirantarse. nada de uniones rígidas que amordacen. y el oriental que te desea como acompañante se distancia desde el comienzo y no lo niega. sus cuatro costados demandan espacio a pesar de confesar que sus siete plantas con sus veinticuatro estancias rezuman tu aire.
no lejos pero no al lado. con la prudente separación para estirarse y no dañaros. así se coloca. y el acuerdo queda parcelado al tiempo que comienza lo helado.

el anciano de una película en máquina agrícola reveló el secreto de la unión y el grupo. sostenía una ramita. no le hizo falta mucha fuerza para partir el palo fino. luego, abrazando un grupo de ellos intentó darles quiebro y no logró herir palo alguno. el conjunto sumó su poder y combatió unido. con la misma misión aguantaron. y el separado cayó quebrado.

hace tiempo que el nipón que conozco no respira en alto. hace tiempo que no se comparte. debe moverse sin delatarse. debe estar vivo pero sin interacciones. y sus vecinos _en su momento dispuestos al nuevo urbanismo y estructura_ comienzan a ser hielo de tanto frío que corre entre los medianeros pasillos.
sin nexos ni recordatorios el barrio comienza a creer al inmueble deshabitado. demasiado planeamiento para lo demandado.
que si la manzana entera decide ser vecina y comunicarse _ya que son comunidad_ serán manojo de palos, bouquet de ramitas. y mientras el racional ingeniero espera aislado _en su isla_ el temblor o el maremoto, los que le rodean empiezan ya a reducir estalagmitas _que tanto controla mi padre_ de tantos grados escapados por los costados. con el calor de su arquitectura con juntas. con el unir de sus repartos. todas a una.

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