domingo, 29 de noviembre de 2009

trapos

se cansó de ser cenicienta. se cansó de que la metieran en un cuento y destriparan cada uno de sus movimientos. y con razón.

los condicionantes son feos de asumir cuando son impuestos y no consensuados. pero hay razones que no han de darse cuando sostienen sin verse unas condiciones mayúsculas.
si das de frente con un pero gigante, con una exclusión, con un sí pero sí sabiendo que nadie admitirá el no es mejor no exprimir los porqués.

rodeada de hermanastras ajustó su traje de limpiadora sin luchar por el suelo que pisaba. no gustándole el papel que le otorgaron fue ella misma quien no hizo por saltar a otro más acomodado y menos sufrido. de rodillas y clareando baldosas relató en mutismo su descontento. y nadie lo supo.
hubo un tiempo en que alguien asomó su fruncir ante el maltrato ajeno y admitido. se pronunció a favor de otra vida para la chica ceniza. pero no halló respuesta. sin apoyo y con la tarima más encerada que nunca le invitaron a irse. en otro sitio daría con el palacio. allí no querían movimiento de crucetas. cada rol para cada marioneta. y así lo dejó cuando con su ayuda frustrada desapareció. mitad expulsado. mitad escapado de la incrédula realidad que dejaba detrás.

en el amor entre quienes quieran quererse los condicionantes no se dictan. las cláusulas de los contratos son para los que quieren bien llevarse o bien entenderse. pero en el querer no caben los puntos que obligan acentuando peros. poner la banda antes de la herida es esperarla y en el amar la sangre se sana con ganas y no con gasas.

en la cocina había un montón. igual que en el site_toast apilaron. esperaban a limpiar. y por lo que se escuchó entre fogones no cumplirían mucho más. y suspiraron.
en el tendal del patio trasero bailaban el aire un buen puñado de ellos. a rayas, de cuadros, lisos, con ribete, grandes, oscuros, ajados y pardos de tanto lavado se sostenían por la madera de cada pinza prendida. habían trabajado y ahora refrescaban la resaca de tanto recogido.
la limpia es una tarea dura. cuesta agacharse, alcanzar los rincones, recoger la más mínima miga. no es fácil frotar sobre rascado, abrillantar lo pulido, dar color a lo quemado. y quien se afana en ello _generalmente_ sale agotado.
ser limpiado tampoco es grato. que restrieguen tus oscuros, que hurguen en la roña de años incomoda. el palimpsesto formado por no asear a tiempo lo que perturba nuestros adentros se hace de acero ante el vago intento de ayuda del que viene cargado de la voluntad más férrea y latida.
así es, limpiar la breña es fragoso igual que molesta ser al que le eliminan el fárrago. pero tanto uno como el otro son necesarios. en su medida y probeta pero han de ser más que ensayo.

sus enaguas hablaban mezclando encajes con polvo y jirones. y aquel amor que alcanzó su figura agachada se escudó con el propósito de liberar de tales despojos para que tan sólo danzara. tal era su enojo ante la mugre de su entorno. suciedad y negrura comenzaron a ser parte del bordado de sus ropajes por contagio y por no haber sabido ella plantarse.
su corazón bombeaba lejía, aguafuerte, rascador y estropajos. su intención abanderaba lo más límpido del futuro para su doncella. aunque supusiera trabajar el lustrar sobre terso.
se empeñó concentrando su amor en la faena. empezó a clarear algún azulejo. saltó alguna capa incrustada de lo adherido por no cuidado. y siguió limpiando afanado en romper las cadenas de su cenicienta. no trabajó poco. su bella comenzó a estirarse sin lastre. y se las veía con claros a pesar de muy cansado.
pero llegó el día en que se hizo noche. las rodillas estiradas cayeron de bruces de nuevo y se hincaron. demasiado tiempo agachada. muchos años en cuclillas como para agradecer los avances. lo limpio dejó de importarle ante el dolor de sus tobillos. su peso _antes sobre sus cuatro_ había estado en lo último sobre dos plantas y no se acostumbraba. y dijo basta.
él la miraba en el suelo y no quiso juzgar. dejó tiempo. ella fregó el suelo y devolvió el gris antiguo a su falda. él miró sin decir nada. esperó. y cuando ella decidió soltar el cepillo le alcanzó una breve lista de ruegos. para seguir viéndole, para no expulsarle de sus aposentos, para no alejarle de sus adentros.

la intención del amoniaco es la de desengrasar y matar lo sobrante. pero para su uso mejor es diluirlo en agua. la agresión será menor. la lejía es bactericida y fungicida. habrá de poner ojo donde cae porque blanquea y abrasa.
si unimos _por empeñarnos en el lustrado_ el amoniaco con la lejía producirán la cloramina. el mismo gas, irritante y tóxico que acabó por molestar a quien se puso a limpiar tanto sucio trapo.

si no se limpia a tiempo lo que nos traba pasados los años será tarea absurda o dejará algo más que una piel irritada. ni el corazón mejor intencionado dará con el brillo de lo que no se quiso lustrar en su debido.

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