martes, 24 de noviembre de 2009

gatito

estoy buscando algo y no doy con ello. de nuevo el desorden. pero no el de los objetos. no esta vez. encontrar cualquier cosa en su sitio cuando el mar anda revuelto no es tarea fácil. y así me encuentro. como me han sacado en glamorous_little_side_project. no puede andar muy lejos...

desde que me regalaron la sustracción de gran parte de mis migrañas la llevo a todas partes en mi bolso. entre mi casa y la de mis padres salto noche tras noche y no sé dónde daré uso al postizo que amortigua mi tensión dental nocturna. así que desde que el dentista liberó mi cabeza de muchos dolores cargo con la funda naranja. como los niños con su chupete.
no hará ni una semana me consiguieron el remedio para mi desmesurado agotamiento. un frasco con dosis a ingerir en la primera comida y a mediodía. e igual que con la férula voy con el bote de las vitaminas de espinacas y demás frutos del huerto a cada mesa donde tomo asiento.

me buscaron. me encontraron. quizá se equivocaron al hacerlo y ahora toca desdecirse. pero no aparecen. sigo el rastreo. creo que los veo.

cada mujer porta un zurrón. es una maleta de cachivaches en lugar de trajes. papeles, carteras y carteritas, un boli, pañuelos de papel, los chicles, varios juegos de llaves, las gafas de sol y las graduadas, un caramelo, dos clips enlazados a saber desde cuándo, una barra de labios, el móvil, un globo por inflar de algún niño que cruzamos, el libro de bolsillo y algo más... siempre cabe algo más.
cuando llaman por teléfono empieza el brazo osado a rebuscar en la bravura del remolino que se forma con la impaciencia de quien no encuentra. frente al portal manojos de llaves que no valen se sostienen en la boca mientras cerramos los ojos esforzando a la mano a distinguir en lo oscuro del fondo por ver si encuentra la acertada pronto. en el baño mal servido o con las prisas del anunciado estornudo son los pañuelos los deseados y que no quieren salir a flote y se esconden.
y siempre es lo mismo. irritación. mano arañada. auriculares anudados. la llamada perdida. el estornudo no asistido. y el bolso volcado sobre el suelo, la mesa o la cama. dónde estás!

advertí que me estaban encontrando. insinué con transparencia evidente que si seguían darían con mi paciencia herida. y no cejaron en la búsqueda.

cinco días con dos pastillas vegetadas por jornada están logrando retornarme a mi estado vital ya acostumbrado. el cansancio de mis días no se irá y eso lo asumo como el resultante lógico de la suma de todo lo que rellena mi jornada. pero lo que sufría las semanas últimas era la carga excesiva de más vidas sobre la mía. esa era la sensación que arrastraba desde que abría el ojo hasta caer dormida antes de poder casi cerrarlo. mal paseaba mi cuerpo cual espíritu sin norte y mis quejas me empujaron a renunciar a todo lo que anduviera detrás de mi solícito de atención o tiempo. entendí que debía apartarme de quienes me buscaran hasta que recuperara mi batería. hoy, con las pastillas del bolso surcando mis vías sanguíneas, empiezo a atender demandas. dónde estabas! cómo andas?

cuando creí que estaba acompañada bajaron un falso paisaje de lo alto y me situaron en lo más desolado. me buscaban. dieron conmigo. y me vi a solas.

cuando creí que tecleaba sin lecturas escuché un maullido a lo lejos. un ronroneo conocido. está por aquí _me dije_ me parece haberlo oído por detrás del sofá. gatito_gatito...

sigo buscando a quien estaba justo enfrente cuando me sorprendió el cambio de escena. señal ninguna. no querrán que siga.

dejé de jugar al perro y gato con las pistas del disfrazado felino. que si dejé su rastreo ya se encargó el azar de ponerme en su callejón y encontrarlo. al buen amigo, al gato malo, no necesitaré nunca buscarlo.

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