jueves, 26 de noviembre de 2009

soñado

se dirigía a casa en el bus de las dos pasadas. nadie esperaba en casa con la comida emplatada así que su trayecto lo haría paseo. disfrutó de la escurridiza luz solar que salpicaba su rostro. prendió un mechón de su cano cabello de vuelta a su recogido y estudió a los de fuera. gente con prisa regresando a su puesto. apenas niños. el cole lleno. y mientras el cruce de cuerpos rellenaba la acera algo desvió su vista sin ojos. con el pensante voló lejos. mucho antes que existieran mitad de los que corrían de un lado a otro. y sonrió.

eran unos padres de regla. premiaban en corto y exigían en exclusiva. era duro ser su niña. el padre proclamaba disciplina. la madre organizaba las rutinas. y la pequeña de malla palo y medias tupidas aprendió a danzar de puntillas.

había perdido la cuenta del número de paradas que llevaban. ni siquiera prestó atención al cambio de viajeros que se dio frente a su posición. la seda de su falda sufrió un tirón y marcó la avejentada musculatura de sus trabajados muslos. ya no los castigaba al compás de un puñado de francesas palabras. pero quien asomara su vista a lo insinuado esculpido intuiría de su pasado esforzado. no era una señora de cuna y salón. tampoco una mujer de cocina y tacón. algo en su pasado hubo que ahora ella aún porta cual tatuaje devoto, nada de antojo.

cuántas tardes en aquella lonja del semisótano izquierdo. cuantos bastones sonando el tablado. todas y cada una de las torsiones y elongaciones las grabaron las paredes espejadas. miles de errores y resbalones rescatados por la barra fija a la que asía sus manos chicas.
y cada vez más vueltas. y cada vez más tuercas. más enlaces, menos suelo y más vuelo. con el tiempo, sin darse cuenta, sus manos se hicieron adultas y sus pies abuelos.

el carmín de su boca enmarcaba su dicha. llevaba largo tiempo sonriendo. no sabía cuánto, pero habían recorrido gran parte del trayecto. y su comisura recogía la vida satisfecha que se escurría de su mirada perdida en el recuerdo.
si de cada momento vivido debía escoger lo más exquisito de aquel en que ahora posaba sería lo más rico. el mejor beso. la delicia pausada. tan deseada e imaginada como inalcanzable para sus giros.

lo que vino a ocurrir un septiembre fue para todos inesperado. llamaron a su puerta para una sustitución. algo así como una prueba con derecho a trajes de gala para no salir del telón.
apareció marcando una novela dejada a medias la foto de dumbo_shop que su sobrino nieto retocó en su ordenador. y la imagen antes bicolor tomó mágicamente el candor de la misma noche en que la intensa lluvia le ofertó ser una de ellos.
rozaba casi el final de mes y el tiempo dudaba lo cual hizo temer a la compañía por el aforo y cartel de esa noche de viernes. tres horas antes de la cita ya caía mientras las jóvenes bailarinas armadas de botas accedían al teatro como engullidas por la tentación más adictiva.
los trajes de seda eran un maquillaje francés. les tocaron la cabeza con un carmesí ladeado. manga larga. medias talco. rubor en mejillas y imperceptible purpurina en los labios.
allí estaban su amiga y ella. las dos del banquillo. a la espera. como desde el comienzo de todo. pero en primera fila. aún más que eso. en las alturas, en bambalinas, pero compartiendo el solado del mismo escenario. y del gran teatro...

su felicidad no varió su gesto. fue su respiración la que suspiró e hinchó su pecho haciendo por saborear una vez más aquel recuerdo.

a falta de un último acto retocaron su peinado y empolvaron sus brillos dándole un empujón. fue todo un asalto. sin darse cuenta estaba bajo los focos. la corona de luces más teatrales señalaban a la tan inexperta que no dejó lugar a los nervios. la inconsciencia le vistió de saber estar.
la música marcaba la entrada solapada del resto y sin pensarlo alzó su vuelo.
sí. besó. paladeó lo más dulce del baile más recurrido en sus noches. degustó ralentizando segundos cada movimiento. besó. se estremeció con la perfección del conjunto y su integración innata. apreció el balanceo. se elevó del suelo aún cuando lo rozaba. y besó. giró. bailó. danzó. besó. besó. besó lo que siempre había besado en sueños.

la dama del moño blanco, puntas en posición y espalda recta sonreía. fue hace tiempo. tanto...
aquel escenario desapareció para sus zapatillas. nunca más le llamaron. pero estuvo allí. sin esperarlo ni ella ni nadie. y logró el mejor premio. cumplir su deseo en la perfección de aquella noche fue lo que rescató de todo aquello.
no hubo nada equiparable después de su sorprendente _por largo esperado_y siempre creyó que en vano_ regalo.
pero pasados los años le sabía a pleno aquel momento. y cuando lo vivía agradecida _subiendo a escena_ su sonrisa era la más bella. porque besó...
besó... besó... besó... lo más dulce. lo tan soñado.

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