sábado, 2 de enero de 2010

baile

la madre y abuela de hula_seventy danzaban ante los ojos de la fotógrafa.

este año el deseo ha sido unánime. que cese el movimiento que marea. todos hemos querido lo mismo. que cese el vómito de gente de sus puestos sin razón razonada ni compasión ni palmada. que acabe la agonía del monedero y que los rojos sobrepasen de nuevo el cero. que los labios suban en luna. que los abrazos no se aparten con codazos. que se limpie la vía de ramas y el aire de trampas. que las frases sean más rosas y brillen de nuevo las cosas.

intenté ser fiel al ritual de cena, uvas y besos. los latidos de la vena sobre mi ojo derecho me lo impidieron. en un mar convertí mi cama e hice por mecer mi nochevieja más extraña. no probé bocado. dejé a los comensales sin mi puesto ocupado. y logré engañar levemente al dolor y ensoñé mis minutos hasta que me despertaron los fuegos. de nuevo en mi personal tormenta imaginé a todo el país contando las campanadas y conteniendo las doce. y mi teléfono comenzó a alertar que mis amigos me recordaban.

apuesto a que todos tiran por lo sencillo. por lo que a golpe de vista se supone sin darle una vuelta más a la tuerca. quién saca a quién. quién invitó a la pista a la otra. la madre o la abuela. la que gira de pie o la que lo hace sentada. la hija, dirán los ojos sin más miras.

dos horas y media antes del cambio de año los cuatro nos juntamos en el mismo lecho. acudí al socorro de las manos de madre que alivian el dolor de todo hijo. la migraña no cedía _más bien crecía_ y se sumó mi padre masajeando mi mano diestra. a los pies del trío nuestra preciosa pompa contemplaba la escena. la enfermera enferma _me dijo la perra_ llora por ver cómo rompe su malestar la noche que entre todos prepararon. y tras los cuidados de quienes me lo dan todo desde que me invitaron a tierra sumergí mi cabeza bélica bajo las mantas en otro intento de recuperar lo que pintaba ya perdido.

sonó la música y alguna de las dos sonrió mirando a la nada. luego dirigió su atención girando el cuello y tendió su mano. bailemos. dijo una de ellas. y la otra accedió y danzaron.

mi sitio estaba a su lado esa noche. negué invitaciones a otras cenas. no mientras pueda cenar con ellos _dije_ luego os veo. y preparé como pude una velada más llevadera para los que tanto aguantan y cargan. pero la salud es la que manda y la noche del 31 una vez más me lo quiso subrayar en fosforito. por si se me olvidaba...

cierto que la mayor ya no caminaba si no era con ruedas. cierto que su hija le procuraba atenciones y cuidados. pero una madre siempre velará por su descendencia. igual que un padre. y cuando aquella emisora abrió la hora con aquel tema la abuela entendió que era la mejor medicina para su nena.

apenas con dos horas de la nueva década _y tras el plantón que propiné al racimo y mis tres compañeros de cena_ las pastillas hicieron su magia y me desperté como en otra era. no era la misma. mi cabeza era nueva y las desveladas de la casa lo celebramos. fue entonces cuando sin música por medio mi madre me sacó a pista y me pidió danzar con ella. ve a la fiesta _dijo_ y estrena tu año como mereces.

las ruedas de la silla balanceban al ritmo que marcaban los brazos de la que giraba sobre sus zapatillas de felpa. la hija decidía _en su felicidad más plena_ qué recorrido hacer en la habitación que se había hecho salón de baile para sus ojos entreabiertos. y la madre que le dio la vida y le solicitó como pareja se dejó llevar por la felicidad de una mujer de cincuenta recordando aquel día de verano en que tanto disfrutó danzando.

atravesé las calles salpicadas de cohetes, serpentinas y gente ebria tras el nuevo baño de año. y en la cocina de aquella casa enlacé una tras otras todas las canciones elevando mi cocacola por ellos _mis padres_ y por mi perra. yo que quise convidarles a ellos a una noche danzada les robé mi carillón, mis cuartos y mis doce. y fueron ellos los que con sus manos, su paciencia, su espacio, su ánimo y su orquesta transformaron mi migraña en carroza para llevarme hasta el baile donde comencé el año entre esos amigos que me llamaron _echándome en falta_ a los minutos del cambio.

gracias a quien preparó la fiesta. gracias a quien quiso un fin de año para recordar sonriendo y encendió las velas. gracias a los que silenciaron su pena por verme sufriendo en mi queja. gracias a los que se desvivieron. gracias al jamón y la mesa puesta. gracias al confetti polizón no reñido. gracias a la cocacola light sobre la mesa. gracias al desanudar de espalda y palma. gracias al parón para mimos. gracias al paño frío. gracias a quien bailó conmigo desde la distancia y lo deseó con fuerza. gracias a la satisfacción por saberme de fiesta. gracias por los abrazos y el vídeo. gracias por el recomienzo de año y por tenerme tan cerca.
cuando en agosto eche hacia atrás la mirada vendrá la escena del salón de baile en el que me colé empujada por los que me quisieron. y volveré a preguntarme... quién hizo bailar a quién?

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