martes, 21 de julio de 2009

guillotina

teníamos que tener tiento al descender al viajero del coche. muchas puntas que arañar o lanzar a urgencias a nuestros cuerpos en veraneo. el donante por un lado. la receptora por la otra puerta y atravesando por el interior toda la parte trasera. listo. el marco con ventana llegó a su destino.

cuando se dice que no es para tanto estamos anudando en triple nuestros zapatos. no tanto para el que lo dice o incluso para todo humano menos para uno. y es a ese uno al que lo poco o nada se le hace un bulto por el que no atraviesa el aire dejando los bronquios hambrientos.

debíamos manipular con mimo lo rescatado de la reforma. el madero aún conservaba sus garras abiertas preguntándonos por qué le habíamos desclavado de su cobijo. de una cara, pequeños clavos erizando el roble de su cuerpo. de la otra, vello más grueso convirtiendo al ventanal de la portería en un puerco espín alertando en peligro.

es la vida en suma de historias concatenadas o en relevo la que dicta lo que es o no es. lo que da para poco, para más o para tanto. el termómetro no es igual para todos. eso está claro.

la hija del rescatador coleccionaba reliquias de sus días. las puertas acristaladas. el aplique floreado. la empapelada de un armario. un servilletero. una postal en marco. una silla que sentó a su madre aún niña. un plato tallado. y ahora esto. la gran mirilla de los porteros de su día a día tras el colegio. durante tantos años a un lado y desde hoy a su vera.

las lágrimas. las pataletas. los aullidos. los agujeros. todos ellos como la sangre han de ser socorridos sin pararse a análisis. y tras el torrente sí. entonces, tras la fuente herida sí puede pasar el otro médico, el del coco. incluso puede entrar el policía con interrogatorio y todo.
pero no cuando el alma _por la gravedad o tontería que sea_ se desangra sobre la alfombra. será por algo por lo que brota lo rojo. aunque para el resto no sea para tanto...

donde había escalones pondrían también rampa. y con ello despedirían a la garita. adiós al cubículo en desuso desde hace lustros. pero no a la ventana. no. para eso está la sensibilidad de un padre que imagina la sonrisa satisfecha de su coleccionista pasando revista a su vida desde la infancia.

quedarse con la palabra en los labios porque los oídos marcharon de un portazo no hiere igual a todos. depende del marco. no cabe duda. hay quien sigue hablando a la nada porque la boca ordena. hay quien pasa a la siguiente escena sin agitar de más los párpados. y los hay que se sitúan _está bien, ellos solitos_ en la cuneta.

en la entrada de mi casa reposan aún empolvadas del desescombro las dos hojas de guillotina del regalo que logró traer mi padre de mi pasado. gracias.

y sobre el suelo de mi sala una cabeza que intento de nuevo coser al cuello del que lo separó la cuchilla de esta revolución francesa. porque a veces _para unos pocos_con historias recogidas_y para su desgracia y sufrir gratuito_ sí que es para tanto.

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