jueves, 18 de diciembre de 2008

colgado

como el de la imagen, sí. como el teléfono de holly farrell era el que teníamos en el pasillo hasta que ocupamos el espacio con un armario para hacernos a las invasoras sitio. blanco cremoso y pendido de un mínimo sustento. ese era el nuestro.

así nos pasamos los días desde que enrocamos el reloj de pulsera por el móvil. el movimiento del que me desenganché al empezar la carrera fue el del giro de mi muñeca izquierda para mirar la hora. y digo bien al decir mirar porque ver no veía lo que marcaba la gran parte de las veces. hoy estoy sujeta a otro gesto. abro la tapa de mi celular constantemente y de manera inconsciente.

un verano de hace muchos años tuvimos que despedir al aparato negro que sonaba desde el centro del pasillo de suelo verde de aquella casa en la playa. mi hermano y yo sabiendo que se iba una gran pieza decidimos retratarlo. y ambos conservamos el revelado casero en blanco y negro de aquel teléfono azabache. su cableado entelado y rueda numerada taconeando _a veces desesperaba su no prisa_ su arrastre. los surcos de su figura y el brillo apagado de su cáscara difunta.

la adolescencia hoy se ha extendido a todas las décadas. da igual la edad que tengas. tu móvil sera objeto de deseo por la espera que desespera. la confirmación por voz. el sms de respuesta. la última cifra del minutaje que no varía y la cita no llega...
enganchados a la nueva muñeca en giro como las suspirantes americanas de los filmes a los pies de la cama deseando suene el ring de su amado.
comprobar si tenemos cobertura. mirar si no alarma la batería. desgastar la pantalla. pasar el pulgar para aclarar la nada. y volver a cerrar la tapa.

cuando había un aparato por vivienda se le otorgaba un lugar centrado. solía acompañarlo un asiento, un block en blanco y algo para apuntar. era el espacio reservado a todo un acontecimiento.
la llamada nos movía de allá donde estuviéramos. nos desplazaba y él esperaba quieto.
hoy lo llevamos a cuestas. del salón al dormitorio. de la cocina al trabajo. del bar a la orilla del mar.
ahora le hacemos al teléfono seguir nuestros pasos. pero seguimos igual de esclavos.

meses si apagarlo de noche hacen que me vele los sueños. por si suena. por si lo sueno en otro lado.
semanas taladrando el rojo cuerpo del que me conecta con el resto y el gris y el blanco que pululan por las estancias de mi casa. por si cantan su timbre, por si llaman las noticias que quiero.
días largos. eternos silencios con un aparato a cada lado. y aún nada.
tan dependiente como el amante del amado. enganchada. atada. como los que adornaron las paredes de antes. colgados ellos. colgada yo por desear escuchar unas palabras y dejar el aparato por fin _y en horizontal_ colgado. linea cortada. y qué hora dije que era?

4 comentarios:

Julia dijo...

Buenas noches Larraitz.
Ciertamente, antes, cuando sonaba ese antiguo teléfono situado en un sitio “preferente” de nuestro salón, salita o pasillo era todo un acontecimiento.
Ahora, vivimos literalmente pegadas a ese pequeño artilugio que es nuestra salvación y nuestra condena.
Muchas veces me he parado a pensar: ¿cómo hemos podido vivir tan ricamente sin disponer de un móvil?...
Pues lo hacíamos. En cambio ahora, si salimos de casa sin él, nos damos la vuelta. Si nos hemos quedado sin batería y no podemos ponerlo a cargar, no entra el reconcomo de... ¿Y sin nos llaman?...
Pero, a pesar de ser un objeto que nos condiciona, siempre esperamos una llamada, esa llamada, un mensaje, ese mensaje y si no llega, miramos una y otra vez la pantalla por si hubiera sucedido cualquier “desaguisado” que nos dejara sin batería o fuera de cobertura.
De tu escrito me gustaría resaltar la última frase:

colgada yo por desear escuchar unas palabras y dejar el aparato por fin _y en horizontal_ colgado. linea cortada. y qué hora dije que era?

Un saludo y, gracias por tu bienvenida en mi Blog y por seguir publicando.

Julia.

larraitz con pompa dijo...

buenas noches de sábado, julia. ayer no pude entar. mi pc ha decidido alojar a un virus y éste se ha comido mis intentos de arranque de cualquier cosa... máquinas, tecnología, avances_que nos paran, deciden por nosotros, nos retroceden. como dices ocurre con tu móvil.
qué saco de bueno, así, de pronto: el hecho de que estemos en contacto, julia y las pompasdeleche sin habernos vistos las caras. sin apenas conocer más que lo que escribimos. facetas...
GRACIAS por seguir bebiendo de las frágiles blancas redondas!
_yo seguiré de cerca tus epistolar trama_

rojobilbao dijo...

Era negro e inolvidable. el auricular pesaba, el cable era suave y de tela y la cifras sonaban al girar. Eso era llamar, lo de ahora es parlotear y ya no le encuentro gracia alguna.

larraitz con pompa dijo...

romanticismo encerrado en un aparato que entregamos sin saber que era posible custodiarlo sin devolverlo a los malos... a los que no saben apreciarlo...
lo llevamos dentro, hermano. eso era llamar. y sin prisas...