martes, 13 de abril de 2010

grillos

para las amígdalas inflamadas altas dosis de cortisona. antes había sido la tortícolis con el tetrazepam que entró como si bebiera agua y no hizo nada. para el pánico a volver a la reciente vida los brazos que respondieron que sí a la petición de sostén. y al acostarse mensajes colándose entre las sábanas para espantar los pesares nocturnos.

qué hago de cena _preguntó_ y no dijo más. se acercó a la nevera y propuso algo ligero. el mejor ingrediente fue lo no preparado. lo que brotó como el aire inhalado. el mejor cocinero comienza a partir de la improvisación tras mirar la despensa o el refrigerador.

entrar en la espiral del perro flaco puede ser ajeno o voluntario. pero algo de culpa siempre tenemos. no nos engañemos. cierto que la carroña agolpa a los buitres y la pizca de azúcar a la legión de hormigas invasoras. y si dejas que tus escudos bajen las defensas no trabajan porque no abarcan y ocurre lo que pasa. que se paraliza el cuello por una espalda anudada. que no tragas porque se estrechó la garganta. y que cualquier instante _hasta con el sol radiante_ puede hacerse hora baja.
el orden y las pastillas de freno serían un buen comienzo. las fotos de vidas que nos descubren lo más bello y la paz que tanto queremos. ramos de flores _a un trabajo y al otro_ e imágenes de más pétalos acolchando las aristas puntiagudas que ahora se acusan. está la paciencia _infinita_ que tan sólo unos padres _generosos como pocos_ saben administrar. y el silencio ante los rayos estruendosos despedidos entre el primer plato y el segundo. o la oferta a lo que requiera mientras se descentran mis zapatos y me tropiezo tan sólo caminando.
aire. besos rojos. arropo. manos sanando. algún guiño. hilos. el decanato como espejo. las palabras. lo quieto. si supiera separarme del lienzo y observar sin dejar que entraran todos. si lograra reparar en cada gesto y darle un estudio objetivo. sin sumar negro. sin atascarme en un punto. sin intentar comprender la globalidad por sentirme capaz de rescatar nada. dejando a un lado las pesadas capas. sin cerrar puños apuntando al cielo. si pudiera ver cada trazo en su dimensión y con su rango. si lo hiciera. si no fuera tan delgaducho...

parecía la casa de otro. la cocina de un apartamento de fin de semana. eso parecía. y al acercarse a la nevera deseó dar con algo realmente bueno. en patusibu está buscando. la luz del frigorífico descubre la escasa materia con la que sorprender al compañero. pero quien pone amor se lo imagina y lo más rico acaba saliendo. algo ligero _propuso_ y entre espinacas y dátiles no echaron en falta nada.

de los grados de richter la sacudida con la que revoluciono lo que rozo no es letal pero están llenando mi despensa y eso me hace pensar. kilos de lo bueno están empezando a entrar para compensar. eso dicen. y es lo que siento. veo cómo se ocupan los estantes y mi horno se calienta aunque sea poco. cada uno a su modo envía paquetes con víveres. los veo llegar y creo que debo dar espacio a tanta vitualla. abril duda si abrirse y ceder ante el sol caliente igual que la coraza con la que se armó mi cuerpo ante la metralla que estaba cayendo. a los ejércitos de salvamento _a cada soldado desarmado de feo_ le tiendo mis manos rendidas. y mi cuerpo entero. estoy en reconocimiento.

compartir un plato puede ser más sencillo de lo esperado. pero no todo el mundo atiende a lo mismo. no todos ven una exquisitez en cuatro tomates cherry, dados de queso y nueces troceadas con semillas caramelizadas. no todos son capaces de oír grillos. descifrar lo que los élitros del macho dicen no es sencillo. hay quien sólo los escucha en el campo en estío. pero yo sé que están. y desde que lo supe poco me importan los ingredientes para cenar. prefiero pararme a escuchar.

a ver si logro detener el terremoto de mis días. ordeno lo que me abastecen y retorna la calma. y aunque sea sin verdaderos grillos... ya haré de mi diario un verano donde caminar descalza.

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