domingo, 14 de marzo de 2010

pareceres

viéndola no quedaban muchas opciones. o estaba ida o se le había ido el equilibrio. en su pensamiento en rulo se distrajo un minuto escuchando las no dichas voces de los que apostaban por la razón de su pose. y ninguna acertó. ni ella sabía a ciencia certera por qué se encontraba en aquella situación que mackensie_leek fotografió.

la cama mece de noche y atrapa en los madrugones. el sofá imanta con la fuerza más titánica nuestra osamenta haciéndonos creer que reposamos. el sillón, de lo mismo tres cuartos. y está la hamaca y el chinchorro y el cuerpo de alguien íntimo. horizontalidad que se ofrece para que la gravedad de los acontecimientos no nos pese demasiado por dentro.

no fue una pérdida ni de noción ni de consciencia. el resto no lo sabía pero ella sostenía para sí misma que no. aquello no había sido de un todo a otro pasando por un cero anulador. las cosas tienen su proceso y así lo sentía lo que envovía sus huesos.
descubrió un día a la niña de su hermano tirada en el suelo y le explicaron que era algo que repetía. mientras lo hacía la pequeña sonreía. y ella tendió su cuerpo junto al menudo porque entendió qué era lo que ocurría.

los edificios nos sostienen en el solado escogido. el suelo del tercero igual al del quinto. y a pesar de estar sobre rasante todos vienen a ofrecer lo mismo. una base donde afirmarse. afirmar de lo que estamos hechos y no doblarse.

tumbadas en el pasillo reposaron su físico las dos y sus gestos eran la pura dicha. sin mediar palabra ya hablaban los ojos. allí, en el retiro, a escasos centímetros de su habitual estado encontraban su freno. la batería de ambas se recargó. extendían las piernas y brazos consumiendo lo que el piso latía sin que nadie lo impidiera. era su manera de recibir el secreto que no se revela y que algunos van descubriendo.

el asfalto generado por las manos cumple similares funciones a las de la tierra del campo o la del monte más alto. igual que la arena o los tablones del puerto. donde se pisa es lo que nos conecta a la esfera _no tan redonda_ por donde nos movemos. y directo a esta superficie los pies _sin zapatos marcha mejor la cosa_ y el resto del cuerpo deseando que la energía le llegue y la naturaleza más bruta riegue.

el agotamiento más vasto. el consumo casi total de la mecha. el brillar de las miradas a intervalos. y el salto desequilibrado.
por varios frentes atacaron y el cuerpo apenas logró sostener la armadura. _si no desaparecen_ pensó_ habrá que conectarse a la vida delante de ellos.
la vieron bajo el quicio de la entrada. su palidez parecía haber crecido a pesar de nunca haberlo creído posible. no decía nada. no con los labios. sus manos hablaban. contaba su pelo para el que pudiera escuchar. quien supiera entender aquella postura sin queja alguna no lanzaría preguntas. sólo el que viera en lo tendido la carga de vida dejaría aquel cuerpo a su antojo. sin alarmas. sin brazos a la cabeza. sin reanimaciones de pacotilla. sin vasos de agua que ahogarían.
hacerse uno con la tierra y beber de lo que vibra. despegarse de lo mundano y volver a ser el animal que dejamos. y estar. y concentrarnos en recuperar. hacia arriba con lo emotivo rasgando la comisura de las pestañas. o _mejor_ boca abajo ofreciendo a las ondas más limpias el centro de lo que somos. sin reproches ni llantos. con el acunar de lo sabio. y olvidarnos de los que esbocen pareceres o digan.
de cuando en cuando la cama, el sillón y la hamaca resultan escasas y hay que abrazase más bajo. tenderse. perder lo vertical y ganar lo más vital.
hay que probarlo.

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