lunes, 22 de marzo de 2010

hogar

queremos vivir libres sin sentirnos abatidos. buscamos _cada uno a su manera_ encontrar nuestro sitio con nuestros andares y modos. y cuanto más aprendemos menos asimos. y según crecemos soltamos más hilo. menos cadenas y menos fronteras. pero según aclaramos las condiciones sin escrito del vuelo más comprendemos que sin los nidos pocas cosas tienen sentido.

un libro por el que paseo cuando mis ojos piden lo bello está dedicado a vernáculas casas de campo de varios países donde se extrae un denominador común. la perfección entre lo básico. lo íntimo con cuatro trastos. el habitáculo que lo cotidiano ordenado en su no arbitraria colocación. la escena pintada por el calor que hasta en la soledad llevamos.

todas y cada una de las definiciones nos llevarían a lo mismo.
entre los brazos de su hija. perdiéndose en las pupilas del amado. en el regazo de su madre. en el respirar del aire capturado en el hueco que formaba la clavícula de su chica. en la manta compartida. en la habitación donde sus pequeños soñaban. allí donde su pecho le abrigara. donde quiera que pusiera a brillar la sonrisa su hombre. allí donde tatuaron sus nombres. con su aliento. en el agradecimiento del hijo. en el café donde se citaran fuera cual fuera el barrio. en sus manos...
qué debía ser su casa. cómo llegar a encontrar su cubículo.
cuando todo estalló lo tuvo claro. no se trataba de hacer revista ni tan siquiera de aspirar al trofeo del anfitrión más prolijo. entre sus cuatro paredes _grandes o chicas_ debía vivir él y ningún otro prevalecería. cada rincón, taza, estante, foto, color o almohadón debía responder a sus latidos. no más teorías ni apuestas por lo que será aplaudido. la comodidad sin ponerla a prueba. para fluir en lo amniótico. donde cada color y silueta están por haber surgido sin cita previa y son parte y extensión de quien lo habita.

al lugar donde se hace la lumbre en cocinas, chimeneas y hornos se le llama hogar y no es casual. allí donde se hacía la luz y el fuego se acercaban los cuerpos extendiendo las manos. en torno a las llamas se hacía la espera. se vigilaba el puchero que bullía. se reforzaban los lazos de los vigías. y se hacía el centro de todo. allí se colocaba el motor de la casa. el ordenador que regía. el corazón pulsante. y en concéntricos aros lo que seguía. primero las palmas. tras ellos las sillas. muy cerca los lechos. y entre estos y lo de afuera centelleaban los sueños.

lo feo de lo más bonito empieza cuando sacan la mina. cuando entre un paso y otro pintan la línea. cuando nos limitan los movimientos. cuando delimitan lo que podemos o no debemos.
lo visten de acuerdo. un convenio por el que todo toma sitio. un cerco para evitar intrusas molestias o codazos en ajeno espacio.
la frontera entre lo de uno y los del equipo. el límite entre mi deseo y el tuyo puede perder el nuestro. las necesidades de un lado divorciadas de las del otro por no saber qué declarar en la aduana. por una ley, una parada, una distancia imaginaria.
con las lecciones y saliendo de casa es como se permeabilizan los sentidos. las paredes sobran igual que las promesas en eslabón. pero sin darnos cuenta nos encontramos un día frente al fogón con la cuchara en una mano y en la otra el ingrediente sorpresa.

corría a su ritmo y paraba cuando quería. sus poco atléticas botas volaban a la par que sus ganas. desnuda de normas se sentía saciada. lo que para ella no quería dispuso para el que quisiera detener su desatada carrera. ahora déjame que te quiera _salta para chadwick_tyler la chica_ y ahora ábreme la puerta para que salga.
él había sumado deseos y se vio rodeado de su espacio. sin meditarlo formó su casa. rincones donde comer y reposar sin tabiques ni señales en el suelo.
ella decidió pasar un día. supo que él también alzaba vuelos y compartieron subidas.
los planes no dependen de nosotros. los viajes se tuercen y acabamos donde no esperábamos.
quien vuela solo llega por escoger compañero. y manteniendo el vuelo sin cadena en la libertad de otras vías y licencias de las no fronteras no habrá de perder de vista al otro viajero con sus anhelos.
se desvió el camino y estallaron nuestras marcas. reventadas las trazadas más vale hacerse a ello, aprender el idioma y encender el fuego. ahí donde esté nuestro calor interno será el epicentro. a partir de ahí _sin paredes ni techo_ se hace el hogar más sincero.

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