lunes, 4 de octubre de 2010

pez

entras a bucear y das con laia_llorca. te enamoras de sus bocas y te atrapas con sus ojos. cuelgas en tu entrada una de sus miradas y te imaginas maquillando pedazos de rostros en una pared en blanco. envidias el don. vuelas soñando su arte en tus trazos. esos instantes a brochazos.

entre todas las cajas que tenía en alguna rezaba una pegatina con unos ojos. eran ovaladas. guardaban todas las cosas que iba viendo y reservaba para más adelante. y ya sumaban más de dos.
a las palomas bebé no se las ve. en un mes su cuerpo es adulto. en el nido donde aguardan para dejarse ver sus mayores alimentan sus picos y pupilas. cuando bajan a la plaza se dan a la caza de asfalto sin trampa y de migas. qué hacer con la tierra prometida si no tienen tiempo para darle cabida.
almacenadas tantas miradas como planes coleccionaba por no encontrar las horas. y en su rostro las cuencas. hambrientas.

el que nada no es el cazado. en el agua han de sumar las dos escenas _derecha e izquierda_ para hacer esquema de lo que surcan sus aletas en nado. en formación sobre hielo escarchado su paisaje es menos natural, sin mareas y no tan puzle. tras la tentación del piercing en sus labios lo que su mente recibe es la opinión de uno de los lados. tan sólo un ojo trabaja. el otro _tapado_ no tiene ya licencia para hacer otra cosa que seguir soñando. el rodaballo como el besugo. en su mar es donde dan uso a su punto de vista. tras la pesca los ojos no mojan más allá del llanto. no es lo mismo un pez que un pescado.

rojos. blancos. negros. hacen comisuras donde asoma el cristalino o los dientes. las mezclas de colores en sus manos obligan a los tonos a sonreír, a dudar, a sorprenderse, a emocionar.

puestos a hacer orden en lo suyo se detuvo en ellas. tres llenas y una a poco de completar. cada caja abierta bañó de ruido la sala. para quien lo oyera.
los para_luegos los que más subieron. eran ligeros. menos etéreos los algún_año. haciendo daño.
el alabastro rodaba por el aire de lado a lado ordenando a la nata semitranslúcida de su centro que añadiera barullo al destape. aquellos ojos que prometían hicieron sonar su vidriada esfera contra cualquier objeto que se interpusiera.
y las tapas tan atónitas como la dueña bajo la tormenta del salón.

el hambre desdibuja los límites del charco y creyéndolo océano soñamos. el pez no cuenta con la red. guardamos deseadas vistas que no saldrán a pista. bocas prietas. ojos inundados.

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