domingo, 16 de mayo de 2010

zancuda

era un pasillo largo pero las dos piezas que tenían frente a ellos se les antojaban aún de mayor recorrido que lo alfombrado. de mano de una niña rubia llegaron a su casa un par de zancos y no les quedó mucha opción. era o probarlos o no.

del mismo modo que la mujer que marc_pillai retrató así nos hemos visto todos.
el último equilibrista me lo narró y le vi sosteniendo una alzas tan largas como los días que vivía. caminar con aquellas prótesis separándole del suelo hacía que su centro de gravedad variara. y así todo parecía menos liviano. lo más ligero se hacía duda. lo asegurado quedaba bailando. y en el temblor anidaba sus pasos.

el tiempo no espera. se ha de avanzar y llegar al final del trayecto. al otro lado de la galería está la sala donde nos sirven la cena. hay que llegar y salir a escena. llueva o el fuego apriete. con ruedas o arrugada la frente. ir yendo es la manera. no queda otra. y pararse es dejar q lo interesante pase. la misma vida. los ingredientes esenciales. que si no sumamos pasos vemos cómo las oportunidades se contonean y pavonean justo delante y ni las catamos.

miraba al suelo el trapecista sobre palos. para bailar lo advierten, quien mire a los pies pierde. pero no estaba aún hecho a ese medio. su sumada altura le quedaba grande. ande _pensó_ o no ande. y con las decenas de centímetros subidos entendió que era el momento que le tocaba. ahora sus piernas eran maderos. su andar era pirata. y sin parche en el ojo ni oreja con aro se aceptó cojeando de palo.

ni siquiera lo esperado llega cuando se calcula. con lo imprevisto aumenta la sorpresa y el desajuste de horarios. hacerse a la idea, ordenar la cabeza es complicado. casar lo tenido con lo llegado. combinar la música aprendida con la jam improvisada. lo que estaba con lo que surge. lo nacido con lo naciente. lo asumido con lo más fresco.

a un lado sentó a la bombona de oxigeno. a los pulmones que insuflaron sus recientes auxilios. el aire que sopló y se cortó _de modo inesperado_ a ratos.
del otro costado las ventanas de par en par abiertas. la luz brillante. la que ciega e ilumina en un baile incansable. la que baña la playa de otoño con la música más palaciega. el abierto en el muro que deja pasar la brisa que acaricia y seda. la atractiva desconocida. el bienestar en anonimato.
y entre el aire rescatador y el marino contuvo la respiración el elevado. varado en mitad del pasillo. con parte pisado y otra aún por comer a pasos. apretó los puños. recordó los vuelos y el sabor del suelo y fue entonces cuando atravesó su entero el rayo de la valiente fuerza.
derecha e izquierda. sesenta segundos por minuto. otros sesenta para cada hora. y a sesenta centímetros de su anterior posición. esa era su situación.

las manos se estrechan con firmeza de pez vivo y no pescado. los abrazos sinceros son los únicos que deberían ser dados. sobre tacones la entereza subraya la belleza, que lo estropea la torpeza. los trazos de un dibujo ganan si no titubean. se aplaude lo que no oscila en vacilación. la voz rotunda aunque sea aguda. la mirada sostenida y que dicta. la pinza prendida. el salto creyendo en ganar la apuesta es el que puntúa. y la preparada _en convencimiento_ fiesta. la decisión es la que cuenta. la convicción. la certeza.

de renuncias está colmado el cuento. escoger es decir que no a ofertas. se abren unas cuando se cierran puertas. viene la mano y se enlaza. rozan lo callos y uno se suelta a intervalos. pero los cinco aparecidos entraron y no habrá salida. ni se busca ni se deja.
cuando señalizan la incorporación a otra vía es la libertad la que se desvía. o no.
cuando los oídos chirrían son los silencios los que se ansían. y callar las voces que hasta entonces mecían parece la opción más perseguida.

si había de seguir sería sobre su nueva altura. aquella postura que contracturaba su escultura era la que marcaría su retroceso, atore o avance. él me lo dijo. yo le vi caminando. más arriba. en lo alto de las patas de árbol. con la dificultad añadida de lo que se desea y advierten que pidamos con cuidado. con las suelas contra las horizontales cuñas. como si fueran peldaños. y con los dedos convenciendo al timón de los zancos que su fuerza y firmeza no le harían temer ningún paso.
me lo contó aquella noche en que hecho ya a las añadidas prótesis le parecieron de pronto más largas. casi escaleras. y él sin alas. o con ellas pero adheridas _malheridas_ a su espalda. una delante y otra tras él. dos escalas. la de 1_10 y la de 1_500 sin casamiento entre ellas. o tal vez sí. en algún punto, superponiendo líneas coincidían. y en ese encuentro halló el secreto. todo un acierto. que una vez cogido el truco. caminó y anduvo. lo que quiso y lo que pudo. como la duda zancuda que superó el gran reto y atravesó la jungla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Subido a unos zancos de medio metro, castañuelas en las manos y girando sobre sí mismo como una peonza, se lanza cuesta abajo y sin frenos por el peligroso empedrado... baila la danza de los zancos.

larraitz con pompa dijo...

anónimo_ sólo la locura o la certeza pueden hacer que dance en esas condiciones... y me gustan ambas razones. gracias por la aportación. bienvenido comentario