
en su primera cita las notas nacían del marfil pulsado. y sin darse cuenta se vieron de noche en la playa. era el piano. la imagen nocturna con dos y la pequeña. como en el filme. el piano con lo salvaje de la arena en el rostro. otro modo de vivir su naturaleza. un sumergir los tobillos calzados apostando. las diminutas luces alumbrando confesiones. con el sol compartido que se acostó vigilado y les descubrió algo dibujado en la arena.
el hipocampo nadaba erguido. leyó que tenía anillos y hasta partes óseas. quizá sus movimientos se debían a su aleta dorsal. describían su tamaño mínimo de apenas 15 milímetros pero creyó que el que conocía era menor que eso. casi invisible de puro diminuto. un átomo grandioso. atómico.
naufragaron. o eso entendieron. entre ellos los trastos. las faldas con enaguas y la piel protegida. los pies cubiertos bebiendo la vida que regó su osadía. y las etéreas negras y corcheas flotando entre sus cabellos. el aire que llegaba _la corriente nueva_ era de ellos. tarareó uno lo que sonaba desde hace años en los otros oídos. y giraron por el suelo. y danzaron por el cielo. flotaron. se detuvieron. clavaron sus ojos. las teclas para los dedos. y con su música siguieron.
no era una monogamia impuesta. su índice sostuvo el renglón donde decían que ella depositaba sus huevos en el saco del macho con el tiempo suspirado que aseguraba no dar oportunidad a otras. lo releyó y su cabeza lo negó todo. pudiendo ser cualquier animal él escogió al caballo. a todas horas lo confirmaba. y si no era macho era caballa y nunca yegua que no es marina y sí la primera. y siempre la misma. elegida. retratada con el deseo de los trazos. en un deleite animal. con poco sostenido. no racional. cargado de más pasión que motivos.
lo que surgió de la nada no se iría con la pleamar alterada. la marca en la piel de la costa no sería de la que las olas devoran. seguiría y hasta el piano lo sabía.
las llamas flameaban con tanta timidez como certeza. los brillos encendían en destellos los límites de lo más bello. la silueta de la perfección de aquel ser tendido en la playa. con su hocico y su recogido delicado. se llamaban yolanda y oligario _con i que para algo era su historia_ y supieron que viajarían distinto al trote común por el resto de sus días. como naufragos de fiesta en una isla perdida. desierta. más allá de tanto escrito. él dormido y ella despierta.