miércoles, 18 de noviembre de 2009

bordado

el bicho palo se camaleoniza como lo hace también la raya tendida cual manta sobre la arena marina. para atacar o defenderse cambian su aspecto en un adaptarse a lo que les rodea o lo que les venga.

la encorsetada circense ajustó su brillantina. los puñales del ensayo seguían volando desde el desayuno. entre todos. el del león afilaba sus uñas. los del columpio colgaban al resto del techo. la diminuta de las tazas chinas ejercitaba su tiro con los platillos. y nuestra rubia sinuosa, desde su esquina, bajó el candor de sus doradas lentejuelas. menos brillo para no ser blanco de tanto fuego.

si el animal ha de comer estudiará sus presas. si le tienden la red escurrirá su silueta. lo hace la lechuza con sus plumas fundidas en la corteza. el oso polar sobre la nieve. la rana entre musgo y fango apenas respirando.

subida a sus tacones coló la yema de su índice derecho entre la negra red de su muslo. lo giró hasta que la laca de su uña comenzó a perder los límites entre la piel ahogada. deshizo el nudo y estudió la marca en su dedo. debía dolerle aquello pero su atención se había grapado a la boca del estómago desde que todo se tornó revuelo.
la escena era un álbum de tejidos y formas. estrellas, barras, círculos y espirales que empezaban a desdibujarse entre tanto movimiento fugaz. rojos variados, oros con plata, verde esmeralda y negro brillante entrando a formar parte del caleidoscópico ir y venir de los alarmados.
su pecho balconaba más que nunca su miedo. bajo el cañón luminoso su respiración solía alterarse ante el posible error del lanzador con sus filos, pero sabía que estas dagas sin metal harían más sangre y difícilmente fallarían diana. alguien caería y su ansioso torso lo sabía mientras bajaba y subía.

no sólo a la vista. la fauna busca pasar desapercibida a otros sentidos. los que no llegan al mimetismo aplacan sus formas en una cripsis salvavidas. justo lo opuesto al despliegue del pavo buscando a su chica. eso es lo que hacen. para salvarse la panza o de su matanza. escurren su bulto y se camuflan.

se encontró abrazada a sí misma. allí, tras el terciopelo tendido se sorprendió de pronto con frío. y al mirar sus manos comprendió que llevaba un rato ya tiritando. debía actuar.
sus azuzadas neuronas lograron esbozar un listado. recorrió mentalmente su rulot. los tres cojines sobre el edredón de patchwork, sus padres de novios en retrato, la cafetera a la espera, sus cuatro pares de zapatos. la cortina de flores prendida con la pinza del pelo, la rizada alfombrilla bajo la silla, la mezclada vajilla y aquella carta _un día_ perfumada. nada de todo eso. poco importaba ya.

la fuerza del equipo consigue más que el que va sólo. es lo que piensan las cebras corriendo en manada de rayas mezcladas en un mareo disruptivo. el que las sigue no acierta a hincar la pupila en una. todas unidas hacen de disuasorio escudo. más esquivas que los que se contracoloran dejando mitad del cuerpo superior oscura y clareada la baja.

habían anunciado lo que venía rondando el insomnio de todos. pocos destinos llamaban ya a los ambulantes. y esta mañana se lo dijeron tras el reparto del último salario. no habría más pueblos. quien quisiera quedarse sería a su sino, sin seguro, sin red ni público. aconsejaban marchar y probar en otras arenas. eso dijeron tendiendo el sobre escueto a cada uno. y todos corrieron.
bien doblado y sobre el hueso izquierdo de su cadera aparcó su reciente sueldo. pura miseria _pensó_ y no la del sobre...
los compañeros dejaron de serlo. empezó la carrera. de un lado a otro los humanos se hicieron fieras. y las pocas que dormitaban en sus celdas se espantaron de la estampida repentina. gritos callados, clavados en los ojos. exagerados pasos. latigazos de brazos. decenas de aterrados cruzando sus rumbos. maletas tragando prendas, cajones vomitando vidas, vasos cayendo, puertas abiertas, luces prendidas, más luces, todas.
la sirena esquinada fue bajando el tono de su llamativo cuerpo y atrezzo. no quería ser como ellos. no podía precipitarse en eso. con la ceremonia de la calma más miedosa se quitó la levita y la plegó del revés. sólo entonces emprendió sus estudiados pasos. certera atravesó la autopista de suicidas para llegar a su rincón de espera. donde pasó tantas horas hasta que acabaran los clowns y anunciaran su show. donde tejió mil bufandas y los patucos de todos los bebés del circo. donde pintó otros mundos. donde soñó con su escapada. su otra vida. su paz.

las cebras trotaban en varios grupos haciendo por no chocar. la camaleona ocultó sus brillos y se camufló entre los rayados y nadie la vio.

sobre la tabla ajada que sostenían las tres patas descansaba lo que buscaba. en badeja y enmarcado en el bastidor circular. su deseo. con las motas para camuflar _como en bugheart_ por si dificultan el vuelo. su viaje a otra vida. sin puñales. sin lentejuelas de palo. su sueño recién bordado.
lo cogió y desapareció.
era todo lo que quería.

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